jueves, 6 de diciembre de 2018

LOS GRADOS EN LAS ARTES MARCIALES

Cuando me decidí a escribir sobre este asunto, lo hice con la sola intención de exponer a todo aquel que lo quisiera leer cual era mi opinión al respecto. Nunca con la intención de generar debate sobre la cuestión, ni mucho menos ofender a nadie.

Todo es opinable y sujeto a cambios, como la vida misma. Aun así, para tratar la temática hay que enmarcarla en una serie de elementos comunes, lo más generales posible y sobre ellos opinar, ya que sino el asomo al abismo seria constante. Pongamos que lo más reconocido, mejor dicho, conocido dentro del panorama marcial, sería la contabilización de grados desde el 1º hasta el 10º.

Como norma general, las asociaciones o federaciones más “serias” o porque no decirlo, más “rígidas”, contemplan a grandes rasgos un sistema de graduación similar al siguiente:

- De 1r a 3r DAN (sistemas de ascenso mediante examen)
- De 4º a 5º DAN (sistemas de ascenso mediante examen)
- De 6º a 7º DAN (sistemas de ascenso mediante alguna examen y/o meritorio)
- De 8º a 9º DAN (sistemas de ascenso por méritos)
- 10º DAN (sistemas de ascenso en condición de sucesor del máximo representante)

Lo expuesto anteriormente se puede rebatir con excepciones, lo sé, pero como dije al principio, no es mi intención opinar sobre todos los estilos, sino generalizar con la prudencia que el termino generalizar me permita.

Bien, como iba diciendo la mayoría de estilos (en occidente, sobre todo) conservan un sistema de ascenso de grado estipulado en cuanto a la temporalidad se refiere. Por ejemplo, para que un alumno progrese de 1r a 2º DAN, deberá haber permanecido dos años en el grado de 1r DAN. Para progresar de 3º a 4º DAN, deberá haber permanecido cuatro años en el grado de 3r DAN, y así sucesivamente. Si realizásemos el cálculo sobre alguien de veinte años de edad que obtiene su 1r DAN en el presente año 2018, para alcanzar el grado de 5º DAN, al menos debería esperar hasta el año 2032. Esto supone superar las pruebas y haber mantenido un entrenamiento constante o al menos haber pagado las correspondientes cuotas anuales a la organización a la que se pertenezca durante catorce años seguidos. Si a esto les sumamos los años que ha necesitado para alcanzar el grado de cinturón negro, de cuatro a seis años, hablaríamos de una práctica ininterrumpida de entre 18 y 20 años.

Sobre este asunto hay dos bloques diferenciados.

Uno seria opinar sobre si nos parece justo permanecer un tiempo mínimo estipulado en un grado, simplemente porqué así se ha acordado por los órganos administrativos, o bien nos gustaría que el ascenso viniese dado por nuestra capacidad de aprendizaje y asimilación.

Y un segundo, seria identificar si el objetivo real de la estipulación de tiempos tuviese como prioridad mantener el estatus jerárquico de los más veteranos, y mantenerlos así blindados ante los más jóvenes hasta su retirada o incluso aun cuando ya se hayan retirado de la práctica.

En países como Corea, podemos encontrar jóvenes de 25 años con un grado de 4º DAN (ni que decir que probablemente empezarían su práctica a los 4 años) y allí quizás nadie pondría en duda su capacidades, pero lo que ocurre, a diferencia de aquí, es que en Corea si tienes 25 años y practicas Hapkido no eres un mero alumno, eres instructor y un futuro maestro, pues a diferencia de España y otros muchos países, en Corea la práctica de artes marciales como afición en la edad adulta es casi inexistente.

Luego, y calificado por su propia idiosincrasia nos encontramos con los grados obtenidos a través de cursos o incluso convalidaciones entre estilos u asociaciones. En este último caso, incluso cuando el arsenal técnico entre el estilo del que se dispone titulación y el estilo al cual se aspira dista en más de un 25%. Y he dicho convalidaciones, otra cosa seria un sistema de convalidación no inmediato y supeditado a la adaptación al estilo o arte marcial. Todo esto desacredita enormemente ante la opinión pública la seriedad en cuanto a la otorgación de grados en las artes marciales.

En mi opinión, la lógica me dice que, si una persona ha sido capaz de entrenar el suficiente tiempo, con la suficiente constancia, entrega y asimilación, que le haya permitido adquirir los conocimientos fundamentales propios de su estadio formativo, imponer un tiempo predeterminado no tendría sentido. Otra cosa bien distinta, es que se haya cumplido el tiempo estipulado o no, pero que el alumno no haya asimilado lo exigible para seguir progresando. En este último caso, el ascenso debería ser denegado siempre.

Si nos acogemos al sistema tradicional, al tener delante nuestro a un practicante con el grado de sexto DAN, al menos hay un factor que normalmente seria incuestionable, y son los años de práctica. Sin embargo, cuando pasas a un estilo que poco tiene que ver con el tuyo, y además lo haces mediante cursos de fin de semana y durante un año con la finalidad de obtener el grado de 1r DAN y poder ser instructor de ese estilo recientemente “aprendido”, lo incuestionable es que no estás preparado. La consecuencia es que te engañas a ti y al alumno al que enseñas.

Creo que al artista marcial no lo define su grado, sino su capacidad de mostrar su conocimiento marcial en todos los aspectos del arte. Si una persona alardea de su grado, no es humilde, no es un buen artista marcial. Si una persona quiere aprender rápido mediante cursos a distancia o presenciales de fin de semana, sin identificar que no lo va a conseguir de igual manera que si lo hiciera semanalmente mediante la guía u acompañamiento de su instructor, no es humilde, no es un buen artista marcial.

Como en el párrafo anterior, podría exponer decenas de ejemplos más.

A mí personalmente lo que me gusta es ver trabajar a alguien con pasión, reconociendo su destreza en cada técnica perfectamente asimilada y ejecutada así como su comportamiento y trato con los demás, siendo este un ejemplo para el resto.

Mi reconocimiento es para él o ella, no a su grado, no a su escuela, no a su ego, no a su prepotencia, no a todo aquello que niegue los valores tradicionales intrínsecos e indisociables de los artistas marciales y de las obligaciones contraídas con la sociedad con la que comparte su experiencia.

Cuando la intención es buena, el propósito digno, y la meta difícil de alcanzar, por supuesto que apoyo a todo aquel que se desviva para formarse en el estilo que le apasiona de la manera que le sea posible. No tiene más opción, quizás no pueda elegir el sistema de formación ideal. Pero si lo logra, si logra formarse, sabrá que ha comenzado un camino difícil que lo va a mantener alejado del conocimiento más exquisito que solo la formación presencial y constante en el tiempo le va a poder dar un buen instructor de artes marciales. De todas maneras, si persevera y no se acomoda en la ineptitud de su alumnado que por desconocimiento no tiene elementos para evaluar la calidad técnica de quién le enseña, si no lo hace, tendrá éxito, y lo habrá conseguido por un camino más largo y difícil, un doble éxito.